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Adenosina, cafeína y cáncer

El dato que liga cáncer al café en general y a la cafeína en particular es muy indirecto. Se trata de la constatación de que el único “órgano” que no suele desarrollar cáncer es el músculo. Una de las características del músculo es que dada su gran actividad gasta mucho ATP, que se convierte en “adenosina”. Mientras que el ATP es un producto altamente conocido y se sabe que es necesario gastar ATP para contraer los músculos, para sintetizar ácidos nucleicos, para ver, para sentir, la adenosina es una gran desconocida. Sin embargo, la principal acción de la cafeína es precisamente la de antagonizar los efectos de la adenosina. La adenosina ejerce numerosas funciones en distintos órganos. En el sistema nervioso central este compuesto es un neuromodulador que tiene, en general, una acción sedante. El motivo por el que hay personas que no pueden dormir cuando toman un café a la hora de la merienda o la cena es que la cafeína inhibe el efecto “sedante” de la adenosina. El efecto de la cafeína se manifiesta de manera diversa dependiendo de la persona y de su habituación (tolerancia) a tomar café. Las personas que se desvelan por tomar cafeína no debieran ingerir café (o bebidas de cola) en las seis horas previas a acostarse.

Dado que la adenosina parece ser la responsable de que el músculo no sufra cánceres y que la cafeína antagoniza los efectos de la adenosina, era fácil suponer que la cafeína tendría un efecto perjudicial en relación a padecer esta enfermedad. Esta hipótesis y estudios, ahora controvertidos, condujeron a pensar que el café era perjudicial para el cáncer. Por suerte para los consumidores de café, estudios recientes y más rigurosos indican que el consumo de café no tiene ningún efecto sobre la aparición del cáncer y que incluso tiene un efecto protector. Esta afirmación no basta para que no se tenga en cuenta el principio de precaución y la dosis, ya que quizás el café y/o la cafeína a dosis altas puedan aumentar el riesgo de un tipo de cáncer particular. Como ejemplo de esta precaución: se sabe que un consumo elevado de café o té durante el embarazo incrementa en el hijo/a el riesgo de padecer en la niñez tumores del sistema nervioso central (Plichard et al., 2008).

Saber si el café protege o no de padecer un tipo de cáncer no es sencillo. Por una parte hay que estar seguro de que el efecto estudiado se debe al café/cafeína y no a las otras miles de substancias que los humanos ingerimos cada día y que varían considerablemente de un humano a otro.

Por otra parte, hay que distinguir claramente el carácter protector del efecto que pueda tener el café sobre un cáncer que ya se ha manifestado. Una substancia puede ser protectora para contraer un cáncer pero ser perjudicial después de que el cáncer se haya producido. El café y/o la cafeína tienen un efecto protector para ciertos cánceres y no se sabe si es perjudicial o beneficioso una vez que el cáncer se ha desarrollado. Puesto que la curación o la muerte se producen en plazos limitados de tiempo es prácticamente imposible saber si algo es “bueno o malo” para el paciente de cáncer. Por eso, salvo casos puntuales concretos, no se recomienda restringir el consumo de substancias atractivas, como café, chocolate, vino, etc., en pacientes de cáncer.

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