Boletín Informativo

Café, ciencia y salud. Boletín informativo Nº 3

Consumo de café en la tercera edad.
La esperanza de vida en países del área mediterránea, como es el caso de España, es una de las más elevadas del mundo occidental. En consecuencia, la pirámide poblacional tiene una importante representación en su vértice, es decir, en la zona que corresponde a las personas mayores de 65 años, punto de corte de lo que se considera “tercera edad” o edad avanzada.

El consumo de café, como ocurre con otros componentes de la dieta (grasas, sal, condimentos) tiende a reducirse en este grupo de edad, consecuencia de una decisión voluntaria y razonada por parte de algunas personas o por prescripción facultativa, en este último caso ante determinadas patologías que inciden con mayor frecuencia en los pacientes ancianos. Es cierto que la prevalencia de patologías crónicas es más elevada en este segmento de edad, pero no es menos cierto que muchas personas de edad avanzada mantienen un buen estado de forma física y mental, y se ha demostrado que el consumo moderado de café les aporta efectos beneficiosos.

El café es una bebida que contiene un considerable número de sustancias activas sobre el organismo humano, entre ellas la más conocida, la cafeína, sobre la que algún lector podría plantear ciertas reservas respecto a sus efectos en el sujeto de edad avanzada, por ejemplo sobre la fisiología del ejercicio. La recomendación sobre la práctica de ejercicio físico está cada vez más extendida en pacientes de la tercera edad y la realidad es que un porcentaje cada vez mayor se implica en la práctica deportiva. Además, alcanzar y mantener un buen estado de forma física en el paciente anciano también ayuda a mejorar su rendimiento intelectual1. En un ensayo clínico doble ciego y controlado con placebo, realizado sobre 30 sujetos mayores de 70 años (50% mujeres), la ingesta de cafeína (6 mg/kg) se asoció a un aumento del rendimiento aeróbico sobre la bicicleta del 25%, del rendimiento isométrico en un 54% y reducía la percepción de agotamiento en un 11%2. La cantidad de cafeína utilizada en este ensayo (equivalente a 4 tazas de café previas a la práctica del ejercicio) es la habitual en otros estudios previos que han demostrado efectos similares en sujetos más jóvenes, y quedó demostrado que el café ayuda a mejorar el rendimiento físico del anciano. El café tiene efectos beneficiosos sobre el estado de alerta, por ejemplo durante la conducción de vehículos, actividad que siguen realizando muchas personas de edad avanzada

Café e hidratación.
Aproximadamente el 70% del cuerpo humano adulto es agua, porcentaje que varía según la edad y el estado de salud en el que se encuentre la persona. Los requerimientos de líquido varían según varios factores, sobre todo la edad, el ejercicio físico y las condiciones climáticas. El mantenimiento del volumen plasmático es fundamental y se relaciona íntimamente con la regulación del equilibrio del sodio. Por lo tanto, los metabolismos del agua y del sodio están estrechamente relacionados. Se puede producir deshidratación cuando hay un aumento de las pérdidas de agua o una disminución de su aporte.

El consumo de cafeína estimula una diuresis leve, muy similar al agua, pero no hay evidencias de que produzca alteraciones del manejo de líquidos y electrolitos que sean nocivas para la salud o que alteren el rendimiento en el ejercicio. A pesar de su ligero efecto diurético, no produce deshidratación porque este efecto se ve compensado por el aporte de líquido que proporciona la bebida en cuestión.

Tras una alta ingesta de café (642 mg de cafeína; 1 taza de café expresso: 40 mg de cafeína), aumenta el flujo urinario, aunque estos efectos no se han confirmado con niveles de consumo más bajos, por debajo de 300 mg. En los estudios en los que se ha comparado la ingesta de cafeína (100-680 mg) frente al agua o placebo no se han encontrado diferencias en cuanto al volumen de orina. Es más, la tolerancia a la cafeína reduce la probabilidad de que se produzca un desequilibrio de líquidos y electrolitos.

Durante años, y a pesar de que no existe evidencia científica, se ha recomendado a los atletas que se abstengan de consumir bebidas con cafeína ya que se asume que ésta, siendo un diurético leve, podría exagerar la pérdida de electrolitos y la deshidratación producidas por el ejercicio y abocar a una disminución del rendimiento. Sin embargo, hoy en día está demostrado que la cafeína disminuye la sensación de fatiga y tiene un ligero efecto ergogénico y, en cantidades relativamente pequeñas (alrededor de 90-120 mg), mejora el rendimiento físico alrededor del 12,4% sin producir efectos secundarios. Este efecto parece ser más notable cuanto mayor es la duración del ejercicio. Con relación a este tema, es interesante recordar que en 2004, la Agencia Mundial Antidopaje retiró la cafeína de la lista de sustancias prohibidas.

En el caso de la población general sedentaria, tiene aún menos riesgo de alteraciones dado que sus pérdidas de líquidos a través del sudor son menores. En general, el consumo de cantidades moderadas de cafeína, de hasta unos 300 mg al día, es seguro para la mayoría de los adultos.

El tratamiento más antiguo para los cálculos renales es un buen estado de hidratación, consecuencia de una alta ingesta de líquidos. Pero la composición de estos líquidos también puede ser importante. En un estudio de Shuster de casos y controles, se demostró una relación inversa entre el consumo de café y los antecedentes de cálculos renales.

En otra investigación, del grupo de epidemiología de Harvard, de Curham et al., que incluyó a 45.289 varones, se diagnosticaron 753 nuevos casos de cálculos renales durante el periodo de seguimiento; el riesgo de desarrollar una piedra de riñón disminuía un 10% con la ingesta de 240 ml/día de café regular o descafeinado. Otro estudio del mismo grupo, realizado con más de 80.000 enfermeras, confirmó este hecho. Por lo tanto, parece que el consumo de café disminuye el riesgo de desarrollar cálculos de riñón.

En conclusión, contrariamente a las creencias populares, el consumo de bebidas con cafeína en niveles de hasta 300 mg al día, no produce un desequilibrio de líquidos y electrolitos, ni disminución de la tolerancia al calor producida por el ejercicio. Las evidencias científicas no apoyan la idea de que las bebidas con cafeína favorecen la deshidratación. Es más, este tipo de bebidas puede ser una importante fuente de líquidos en la dieta y contribuye a mantener un buen estado de hidratación.

Café y cáncer de riñón.
El café era considerado como una bebida cuyos componentes podían impactar negativamente en la incidencia de cáncer. Datos recientes indican que, en contra de lo que se pensaba, el café puede prevenir ciertos tipos de cáncer. A mayor concentración de un componente carcinogénico, mayor probabilidad de contraer un cáncer. Es seguro que los diversos componentes del café producen efectos sobre los múltiples tipos de célula que hay en el riñón, por el que circulan 600 mililitros de sangre de los que 125 son filtrados y constituyen lo que se denomina orina primaria. Es por tanto beneficioso para el riñón (y para la vejiga) beber líquidos (siempre que no sea en exceso, puesto que los excesos también pueden ser perjudiciales). ¿Qué diferencia puede haber entre beber agua y otras bebidas como el café? La diferencia radica en que el café tiene múltiples moléculas orgánicas que ejercen efectos fisiológicos sobre las células renales. Hay estudios recientes que permiten sospechar si dichas moléculas son beneficiosas o no. Todo parece indicar que el café es bueno para el riñón.

Saber si el consumo de café previene o no el riesgo de padecer cáncer en humanos no es sencillo. Un estudio realizado en Italia (Bravi et al., 2006) con 767 pacientes de cáncer renal y 1.534 personas sanas, no indicó correlación entre consumo de café y riesgo de carcinoma renal. Un estudio realizado en Norteamérica (Lee et al.,2006) tampoco demostró correlación, ni positiva ni negativa, entre el consumo de café, té, leche, soda, zumo o agua y la incidencia de cáncer renal. Estudios de este tipo no son definitivos, puesto que hay muchas variables a tener en cuenta. Para una mayor seguridad a la hora de establecer conclusiones, los estudios se han de realizar con muestras mucho mayores y más adecuadas. Por ejemplo, en el estudio de Bravi y colaboradores, el número de personas incluidas fue de “solo” 2.301 y la relación entre enfermos y sanos era de 1 a 2, cuando en la población general no hay un enfermo de cáncer renal por cada persona que no lo tiene. Por difícil que parezca han analizado de manera conjunta los resultados de 13 estudios independientes que agrupan a más de 530 mil mujeres y más de 244 mil hombres, de los cuales, casi 1.500 desarrollaron cáncer renal (Lee y colaboradores, 2007). La salud, las enfermedades y los hábitos alimenticios de estas casi 800 mil personas fueron comparados para concluir que ni la soja, ni los zumos, ni las bebidas de soja se asocian a un menor riesgo de sufrir cáncer renal. Por el contrario, el consumo de café, y también de té, se asocia a un menor riesgo de sufrir cáncer de riñón. La falta de correlación entre ingesta de café y cáncer renal en los dos primeros estudios indica que el café no es perjudicial para el riñón; los resultados del tercer estudio indican que el consumo de café incluso puede reducir, hasta cierto punto (por supuesto no es una prevención total), la propensión a padecer cáncer de riñón. Hay ciertos componentes del café que se supone que tienen una actividad anticarcinogénica, por ejemplo el cafestol y el kahweol (Cavin y colaboradores, 2002). De confirmarse tal actividad, éstos compuestos podrían servir para el diseño de nuevas drogas que permitan ayudar a prevenir y/o combatir el cáncer de células renales y otros cánceres.

Tomar café… tranquilamente.
Los estudios epidemiológicos han mostrado que el consumo habitual de café se acompaña de menor frecuencia de diabetes, enfermedad de Parkinson y enfermedad crónica del hígado, tanto cirrosis como cáncer de hígado. Estos estudios tampoco han observado que el consumo habitual de café aumente el riesgo de cardiopatía isquémica, ictus o arritmias cardiacas. Tampoco hay evidencia de que, en las personas con enfermedad cardiovascular, el consumo de café agrave su pronóstico. Dichos estudios también han demostrado que el consumo habitual de café no aumenta el riesgo de hipertensión arterial.

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