Café y Enfermedad de Parkinson

Consumo de café y la enfermedad de Parkinson

Escenario de partida

La enfermedad de Parkinson (EP) es una enfermedad neurodegenerativa de carácter debilitante. Se estima que alrededor de 1,2 millones de personas la sufren en Europa, diagnosticándose cada año 75.000 nuevos casos (48). La EP suele manifestarse a partir de los 60 años, pero se estima que 1 de cada 10 enfermos se diagnostican ya antes de los 50 años, afectando algo más a hombres que a mujeres (49).

Los principales efectos de la enfermedad de Parkinson son la ralentización de la función motora, el temblor de reposo, la rigidez muscular, los problemas al caminar y la alteración de reflejos posturales. La explicación patológica subyacente está en la progresiva destrucción de las neuronas dopaminérgicas del mesencéfalo. En la actualidad, no existe tratamiento, ni para prevenir ni para ralentizar estas pérdidas neuronales y evitar el consiguiente descenso en los niveles de dopamina en el mesencéfalo.

Las investigaciones experimentales y epidemiológicas se centran en el estilo de vida, la dieta y factores de riesgo ambientales, entre los que se incluye el consumo de café.

Café, cafeína y riesgo de sufrir la enfermedad de Parkinson

En un gran número de estudios epidemiológicos se establece una relación inversa de tipo dosis respuesta entre el consumo de café/cafeína y el riesgo de desarrollar EP. El consumo de café parece atenuar el avance de la EP, o retrasar su aparición, y la cafeína parece ser el factor causal más probable. En mujeres, es necesario analizar más en profundidad las interacciones entre las terapias hormonales y la cafeína.

Ya en 1968 se publicó un estudio en el que los no consumidores de café se veían afectados en un porcentaje mayor por la EP que los consumidores de esta bebida (50).

En estudios posteriores realizados en España (51), Suecia (52) y Alemania (53) se observó la existencia de una relación inversa entre consumo de café y la EP, influyendo también un nivel de consumo bajo de café en la aparición de la EP.

El primer estudio prospectivo se realizó sobre 8.004 estadounidenses de origen japonés en Hawaii (Programa Honolulu del Corazón), sometidos a seguimiento durante 27 años. Estableció una relación inversa entre la incidencia de la EP y el consumo de café, con aquellos consumidores de 4 o más tazas de café diarias experimentando un riesgo 5 veces menor de sufrir EP que los no consumidores de café. Se observó la misma relación inversa para el consumo de cafeína procedente de fuentes distintas al café (54).

Sin embargo, en un estudio de casos y controles publicado en 2014 se sugería que una relación inversa, pero débil, entre consumo de café y el riesgo de sufrir EP (55).

En dos meta-análisis, que incluían 20 y 26 estudios respectivamente, se estableció un descenso de riesgo  agregado de desarrollar EP del 31% (RR=0,69) en el primero (56), y del 25% (RR=0,75) en el segundo (57), comparando a bebedores de café frente a no bebedores. En algunos estudios individuales se llegaba a detectar reducciones de riesgo muy importantes, de hasta el 80% para un consumo de a partir de 4 tazas de café diarias. En el segundo estudio, el riesgo de sufrir EP caía entre un 34 y un 32% para un aumento de 300mg en la ingesta diaria de cafeína (3 tazas de café aproximadamente). Estos datos confirman la existencia de una relación inversa entre consumo de cafeína y riesgo de sufrir EP, siendo casi imposible achacar este efecto a sesgos o factores de confusión no controlados (56, 57).

En otro meta-análisis dosis respuesta realizado en 2013 se mostró la existencia de una relación lineal entre la reducción del riesgo de sufrir EP y el consumo de té y cafeína. Para el consumo de café, el efecto protector alcanzaba su máximo para un consumo diario de 3 tazas de café (58).

En las mujeres los datos disponibles resultan algo confusos. Un estudio estableció una relación en forma de U, con el consumo moderado de café/cafeína ofreciendo la mayor capacidad protectora (59).

En otro estudio, realizado sobre 77.713 mujeres seguidas durante 18 años, se indica que en aquellas mujeres no sometidas a tratamiento hormonal postmenopáusico, el café tiene el mismo efecto protector frente a la EP que en los hombres. En el caso de mujeres tomando estrógenos, el riesgo era similar al de los hombres para niveles bajos de consumo de café, pero aumentaba hasta en 4 veces para aquellas mujeres que bebían 6 o más tazas de café por comparación con las no bebedoras (60).

En un estudio de casos y controles, realizado como parte del Estudio sobre la Salud de las Enfermeras (NHS) y del Estudio de Seguimiento de la Salud de Profesionales de la Salud (HPFS), no se observaron evidencias convincentes de que las variaciones en la codificación genética del metabolismo de la cafeína (CYP1A2 y NAT2) o de los receptores de estrógenos (ESR1 y ESR2) puedan ayudar a predecir el riesgo de sufrir EP vinculado al uso de terapias de sustitución hormonal (61).

Un ensayo controlado aleatorio publicado en 2012 evaluó los efectos de la ingesta de cafeína sobre los síntomas de la EP como son la somnolencia diurna, la discapacidad motora y otros factores no motores. Los resultados mostraron mejoras en los indicadores motores objetivos, pero los efectos de la cafeína sobre la somnolencia no estaban claros. Es necesario obtener evidencias adicionales al respecto (62).

En una revisión, realizada sobre 304.980 personas que participaban en el Estudio sobre Dieta y Salud NIH-AARP, se sugirió que una mayor ingesta de cafeína se relaciona con un menor riesgo de sufrir posteriormente EP, tanto en hombres como en mujeres. Los autores realizaron un meta-análisis sobre estudios prospectivos, confirmando que la ingesta de cafeína está inversamente relacionada con el riesgo de sufrir EP, tanto en hombres como en mujeres, y sugirieron que el efecto de la cafeína sobre la EP no difiere en función del género (63).

Finalmente, un estudio prospectivo publicado en 2012 confirmó los hallazgos anteriores que indicaban la capacidad protectora de la cafeína frente al riesgo de desarrollar EP. En mujeres, las terapias hormonales atenúan este efecto positivo. El consumo de café descafeinado no tiene relación con una reducción del riesgo de sufrir EP (64).

Mecanismo de actuación

Los estudios experimentales han identificado el mecanismo de actuación a través del cual la cafeína previene el desarrollo de la EP.

Con dosis bajas de cafeína se consigue neutralizar los receptores de adenosina A2A, localizados junto a los receptores dopaminérgicos D2 en el cuerpo estriado, la región cerebral encargada del control locomotor y el movimiento. Esta región sufre un grave deterioro de la neurotransmisión dopaminérgica en los pacientes de EP. En el cuerpo estriado, el bloqueo de los receptores A2A mejora la actividad motora y compensa los déficits motores observados en los modelos de EP gracias a la estimulación de los receptores D2 (65,66).

En animales, la cafeína consigue neutralizar los síntomas de EP provocados en ratas y ratones, mejorando la eficacia del tratamiento tradicional de la EP, el precursor de la dopamina L-DOPA (67,68).

Los datos obtenidos a partir de numerosos estudios preclínicos apuntan a efectos beneficiosos de los antagonistas de los receptores A2A (como la cafeína) sobre la discapacidad motora provocada por la EP, mientas que el tratamiento a largo plazo con L-DOPA acaba por provocar complicaciones motoras. Por ello, se sugiere que la cafeína es un tratamiento sintomático más eficaz contra los efectos de la EP (58).

Finalmente, debe destacarse que los antagonistas de los receptores A2A, como la cafeína, y de los D2, ofrecen efectos neuroprotectores que pueden minorar la degeneración de las células dopaminérgicas, de acuerdo con lo observado en diferentes estudios en animales (57,69).

Actualizado a 04/04/2017.