Café y Enfermedad de Alzheimer

Consumo de café y la Enfermedad de Alzheimer

Escenario de partida

La enfermedad de Alzheimer (EA) es la causa más frecuente de demencia. Se estima que entre un 50 y un 70% de las personas con demencia sufren EA (24). Además, 1 de cada 20 personas mayores de 65 años sufre EA, mientras que solo 1 de cada 1.000 sufre esta enfermedad con menos de 65 años (25). Unas 26 millones de personas sufren EA. En 2025 está previsto que las personas mayores de 65 años pasen de suponer el 15,4% de la población de la UE al 22,4%, lo que producirá probablemente un aumento de la incidencia de la EA (26).

En 2014, Alzheimer Europe publicó una actualización de una revisión sistemática de estudios científicos sobre la prevalencia de la demencia. Los autores concluyeron que la prevalencia de la demencia no se ha visto modificada en las últimas décadas de manera significativa dentro de los diferentes grupos de edad. Sin embargo, sí se observó una mayor prevalencia de la demencia, con respecto a lo que se creía anteriormente, en las mujeres (27).

La EA es una enfermedad neurodegenerativa que produce un progresivo deterioro cognitivo y la acumulación del péptido beta-amiloide (Aβ) en el cerebro. Algunas formas de la EA se deben a la mutación de los genes que codifican a los precursores del (Aβ), las presenilinas 1 y 2. Los factores genéticos interaccionan con factores ambientales, aunque se desconoce en lo fundamental si estos últimos tienen efectos beneficiosos o perjudiciales.

Café, cafeína y riesgo de sufrir la enfermedad de Alzheimer

La mayoría de estudios epidemiológicos en humanos sugieren que el consumo habitual de café/cafeína durante toda una vida reduce el riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer, especialmente en personas mayores. El café y la cafeína parecen tener efectos especialmente beneficiosos en la fase inicial de la enfermedad, es decir, en la fase premórbida.

En un estudio de casos y controles realizado en 2012, en el que se analizaron modelos tanto en humanos como en animales, se sugiere un papel protector de la cafeína frente a la EA. Los resultados sugieren que la ingesta de café y cafeína se relaciona con un menor riesgo de sufrir demencia, o un retraso en la aparición de este trastorno, especialmente en personas con daños cognitivos leves (28).

En el primer meta-análisis realizado de los efectos del café y la cafeína sobre la EA, se identificaron 4 estudios (2 de casos y controles, 2 de cohorte) completados entre 1990 y 2002 (29-32). Se estableció con claridad el efecto protector del consumo de café frente a la EA. Sin embargo, debe indicarse la gran heterogeneidad detectada entre los estudios incluidos (33).

En otro meta-análisis sobre la relación entre ingesta de café/cafeína y el riesgo de sufrir EA, el RR agregado resultante fue de 0,80-0,83 tras ajustar los resultados con respecto al consumo de tabaco y la hipertensión (14).

Entre los estudios más destacados, se debe mencionar uno de casos y controles realizado sobre 54 pacientes y 54 controles de igual edad y sexo. En este estudio, la ingesta de cafeína se relacionó inversamente con el riesgo de sufrir EA (RR=0,40), independientemente de la influencia de posibles factores de confusión (29).

En otro estudio sobre los factores de riesgo de la EA se siguió a 4.615 personas durante 5 años (194 casos de EA, 3.894 controles con status cognitivo normal, 527 exclusiones). Se observó que el uso de antinflamatorios no esteroides, el consumo de vino, el consumo de café y la actividad física habitual se relacionan con un menor riesgo de sufrir EA (RR=0,69 para el café). Debe destacarse que el té no ofreció ningún tipo de protección frente a la EA según este estudio (30).

En un estudio en el que se siguió a 716 hombres finlandeses durante 25 años, se vinculó un bajo consumo de café con un mayor grado de deterioro mental (34).

En otro estudio, 1.409 individuos de entre 65 y 79 años de edad se sometieron a seguimiento durante 21 años. El consumo de café durante la mediana edad provocaba una disminución del riesgo de sufrir EA y demencia en edades avanzadas, con la mayor caída del riesgo (65% de disminución) para las personas que consumía entre 3 y 5 tazas de café al día (35).

Sin embargo, debe mencionarse un estudio finlandés en el que se evaluó el status cognitivo tras un periodo de seguimiento de 28 años, sin que se relacionara el consumo de café con el rendimiento cognitivo o la demencia en edades avanzadas (36).

Finalmente, el Estudio sobre Envejecimiento Honolulu-Asia no estableció relación entre consumo de café y demencia en la mediana edad o daño cognitivo (la edad de los participantes fue de 51 a 53 años) (37).

Mecanismo de actuación de la cafeína

Un buen número de estudios en animales parecen coincidir en los posibles mecanismos que explicarían los efectos del café y la cafeína sobre el riesgo de sufrir EA.

En un estudio se suministró cafeína disuelta en agua a ratones transgénicos de 8 meses con síntomas similares a los de la EA, consiguiendo mejorar su capacidad de memoria y aprendizaje, a la vez que se reducían las concentraciones del péptido Aβ y de presenilinas en el hipocampo, la principal estructura cerebral relacionada con la memoria (38).

Además, también se observaron estos efectos cuando el tratamiento con cafeína se inició en una fase avanzada de la enfermedad, sufriendo ya los ratones déficits cognitivos. La cafeína parecía actuar a través de la reducción de los mediadores de la inflamación (39,40).

El café (con cafeína) aumentó los niveles de factor estimulante de colonias de granulocitos (GCSF), lo que pareció mejorar el rendimiento cognitivo de los ratones transgénicos con EA al ayudar a reclutar células de la médulas espinal, mejorar la sinaptogénesis y aumentar la neurogénesis. Estos resultados no se consiguieron replicar ni con una solución a base de cafeína exclusivamente ni con café descafeinado. Por ello, los autores plantearon la hipótesis de que una interacción de la cafeína con otros compuestos presentes en el café consigue elevar de manera selectiva los niveles de GCSF en sangre (41).

La cafeína también podría actuar a otros niveles. En un estudio con animales, el consumo continuado de cafeína disuelta en agua por parte de ratas aumentó la producción de líquido cefalorraquídeo (LCR) y el flujo sanguíneo en el cerebro, que a su vez afecta directamente a la producción de LCR (37). La falta de producción de LCR, y de su renovación, impide la eliminación de Aβ, pudiendo ser este uno de los mecanismo implicados en la patogénesis de la EA (38). Es posible que la reducción de los niveles del péptido Aβ en el cerebro debida a la acción de la cafeína explique el efecto protector de ésta frente a la EA, pero no está comprobado que este efecto ocurra también en humanos (42,43).

El papel de otros compuestos bioactivos presentes en el café

Se ha analizado también la posibilidad de que otros compuestos presentes en el café, diferentes de la cafeína, tengan un efecto beneficioso frente al riesgo de sufrir EA.

En diversos estudios con animales se sugiere que la trigonelina puede tener capacidad neuroprotectora y mejorar la capacidad de memorización (44-46).

Al suministrar a ratones ácido ferúlico, un polifenol antioxidante presente en el café, en el agua que bebían, se observó un efecto protector frente a los déficits cognitivos sufridos por los mismos, especialmente en la memoria espacial y operativa, neutralizando la inflamación del córtex cerebral y la pérdida de acetilcolina en esta zona, factores que se relacionan con la EA (47).

Cada vez se cuenta con más estudios científicos experimentales y con humanos en los que se sugiere el probable efecto protector de la cafeína – y posiblemente también de otros compuestos presentes en el café, como los antioxidantes o agentes antinflamatorios – frente al avance de la EA. Sin embargo, es necesario contar con más estudios que identifiquen claramente los diferentes compuestos del café que parecen actuar frente a la enfermedad, así como el mecanismo exacto de actuación, antes de llegar a conclusiones definitivas al respecto.

Actualizado a 04/04/2017.