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Café, cafeína y alzheimer

La enfermedad de Alzheimer es por desgracia muy conocida en nuestros días. Como todas las enfermedades neurodegenerativas se pone de manifiesto en mayor medida en sociedades avanzadas que poseen elevadas esperanzas de vida. Es de dominio público que la enfermedad es devastadora para la vida del paciente y también de su familia y que se trata de una enfermedad que afecta a la memoria. Como dato relevante, hay que precisar que, a diferencia del Parkinson, no hay una terapia paliativa que sea realmente efectiva. Es esperable que en los próximos 10-20 años se consiga avanzar significativamente, no sólo en establecer las causas de la enfermedad, sino en desarrollar terapias eficaces.

Para ser precisos habría que señalar que las alteraciones de la memoria son patologías que se denominan demencias y que el Alzheimer es un tipo de demencia. Por ejemplo, problemas de riego sanguíneo cerebral pueden conducir a la denominada demencia vascular. Para seguir siendo precisos, muchas demencias se recogen bajo el nombre de enfermedad de Alzheimer, aún cuando se sabe positivamente que dentro del nombre común “Alzheimer” hay numerosas patologías cuyo denominador común es la afectación de la memoria. Aunque se considera una enfermedad de déficit de otro de los principales neurotransmisores, la acetil colina, las patologías subyacentes en los diferentes tipos de Alzheimer no están tan bien definidas como en el caso del Parkinson. En efecto, las terapias encaminadas a conseguir un aumento de acetil colina cerebral no consiguen en el Alzheimer los resultados notables que se consiguen con la terapia dopaminérgica en el caso del Parkinson. La zona cerebral que en estudios pre y postmortem se ve más afectada en enfermos de Alzheimer es el hipocampo, que tiene un papel preponderante en la adquisición de “memorias”.

Esta introducción no sería completa si no se indicara que los mecanismos de adquisición de memoria son desconocidos, aunque hay muchas iniciativas a nivel mundial para intentar avanzar en conocer cómo se consigue memorizar, de qué forma física se almacenan nuestros recuerdos en el cerebro y cómo accedemos a esta “biblioteca” almacenada en él.

Como ya se ha visto, existe una importante bibliografía científica que relaciona el consumo de café/cafeína con el aumento de la atención y la concentración, pero es que los humanos ya empezaron a consumir cafeína de manera “intuitiva” para estar más atentos. Asimismo se acepta que la cafeína es un psicoestimulante, dado que su ingesta da lugar a una miríada de sensaciones subjetivas como bienestar, motivación, confianza, alerta, concentración, etc.

El hecho de que la cafeína y los antagonistas de los receptores A2A en tratamientos crónicos, y de otros receptores de adenosina en tratamientos agudos, sean efectivos para prevenir déficits de memoria hace pensar que deben considerarse herramientas para mejorar la situación patológica que afecta la memoria en pacientes de Alzheimer. Esta posibilidad ha sido respaldada por un estudio que mostró que la incidencia de Alzheimer se correlaciona de manera inversa con el consumo de café en las dos décadas anteriores de la vida (Maia y De Mendonça, 2002). Un estudio epidemiológico de mayor envergadura por el número de personas seguidas y el número de variables analizadas se ha hecho público en fecha reciente (Eskelinen et al., 2009). Se utilizaron los mismos sujetos que estaban controlados dentro del estudio C A I D E de riesgo de enfermedades cardiovasculares, envejecimiento ydemencia. Así, en 1998 se siguieron 1.409 personas de edades comprendidas entre los 65 y 79 años y cuya evolución vital y sanitaria se estudió desde 1972. El número de pacientes diagnosticados de Alzheimer en esta muestra fue de 48 (3,4%). Los resultados fueron tremendamente concluyentes, puesto que tras ajustar los datos según el estilo de vida, los factores demográficos, los factores vasculares y el allelo apo E4 (que predispone a padecer Alzheimer), las personas que tomaban café de manera habitual tuvieron menos riesgo de padecer la enfermedad. Asimismo, se demostró que el menor riesgo -con una reducción del 65% en la incidencia de la patología se asociaba a personas que tomaban entre 3 y 5 tazas al día.

El efecto de la cafeína sobre la capacidad memorística, es decir sobre la cognición, es moderado en condiciones normales, pero es significativo cuando las capacidades están disminuidas debido a alguna patología.

De ello resulta que la cafeína no parece un verdadero potenciador cognitivo, aunque sí un normalizador cognitivo que proporciona efectos beneficiosos en la restauración de las capacidades cognitivas perdidas o disminuidas (ver Cunha, 2008). En esta línea, los estudios que relacionan el consumo de café/cafeína con la prevención del Alzheimer se complementan con datos que indican que las metilxantinas antagonistas de los receptores de adenosina pueden ser eficaces en la terapia de la enfermedad. En efecto, el European Propentophylline Study Group realizó un estudio de 12 meses de duración (aleatorio y con placebo) que mostró que este compuesto, que es también una metilxantina antagonista de los receptores de adenosina que tiene buena tolerancia y no presenta efectos secundarios, sí tiene efectos cognitivos positivos en pacientes con enfermedad de Alzheimer (Frampton et al., 2003; Rother et al., 1998). Este estudio se interrumpió por razones desconocidas, por lo que no se sabe con certeza si la propentofilina es útil o no para aliviar a los pacientes. En cualquier caso las esperanzas de utilidad de los antagonistas de los receptores de adenosina en esta enfermedad son elevadas y están sustentadas por la clara evidencia de que la cafeína ejerce un efecto beneficioso en los diversos modelos animales de la enfermedad de Alzheimer (ver Cunha, 2008). Como se ha comentado con anterioridad, el Alzheimer no es una patología homogénea en su origen, por lo que es aconsejable que en el futuro se haga una subdivisión de los pacientes para conseguir tratamientos efectivos para cada subtipo de patología.

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